lunes, 20 de abril de 2009

De la India a la Marsella mestiza

Cada año por estas fechas me acuerdo de una de mis profesoras de alemán en la Universidad. Una imponente señora que por su parecido a la protagonista de la serie Se ha escrito un crimen se llevaba el mote de Mrs. Fletcher. Asentada en Salamanca desde hacía muchos años, cada primavera recordaba, probablemente con gran melancolía, lo que era la llegada de esta estación en su país natal, Alemania, y así nos lo intentaba explicar. Han tenido que pasar varias primaveras hasta que he podido comprender lo que realmente nos quería transmitir con tanta pasión. Y, sobre todo, han tenido que pasar varios inviernos para entender lo que significa la primavera en estas latitudes. El sol deja de ser como la luz de la nevera y vuelve a calentar, vuelve la luz y la naturaleza hace ¡Bang!

Llevada por este resurgir de colores, servidora ha desempolvado los libros de cocina asiática, la que avisa no es traidora... aquí va la primera de la lista, una rica crema india de lentejas rojas.

Sopa india de lentejas

Ingredientes
350 g de lentejas rojas - 3 tomates medianos - 1 trozo de jengibre, unos 2 cm - 1 l de fondo de verduras - 1/2 cucharilla de cúrcuma - 200 ml nata - sal, pimienta - 1 cebolla

Elaboración

Lavar bien las lentejas y aclarar hasta que el agua salga limpia. Abrir los tomates por la mitad, quitarles las semillas y cortar en dados. Cortar y rallar el jengibre. En una cazuela poner las lentejas lavadas, los tomates, el jengibre y la cúrcuma , añadir el fondo de verduras y llevar a ebullición. Reducir el fuego y dejar cocer unos 30 minutos. Si vemos que el caldo es poco, podemos añadir más o un poco de agua. Retirar del fuego y batir con la batidora hasta obtener una crema. Añadir la nata, darle otro hervor y salpimentar a gusto.
En una sartén rehogar la cebolla hasta que ablande y dorarla al final. Servir la crema con cebolla y alguna otra especia al gusto.

La crema está todavía más sabrosa si la aliñamos con un poco de musiquilla rica, como la de Soha, cantante francesa de ascendencia saharaui-argelina que transmite mucha energía. Entre nosotros, ¿no os gusta daros unos bailoteos con la música bien alta mientras cocináis? (Yo, confieso, no lo puedo evitar.)

miércoles, 15 de abril de 2009

Qué será, será...

Ayer, en otro safari a la tienda asiática del barrio capturé dos nuevas especialidades para probar. Las primeras, unas empanadillas de pollo tailandesas que resultaron ser eso, empanadillas de pollo, tanto la masa como el relleno, sin más toque exótico apreciable que la forma en espiral de la base de la empanadilla.

Thai chicken empanada

El otro producto fueron unas bolas verdes y dulces hechas con harina de guisantes y un relleno que según he podido leer podría ser pasta de calabaza o de durián, aunque sigo sin poder descifrarlo muy bien, porque en un primer momento pensé en pasta de guisantes o de garbanzos con un toque de leche de coco.

La dependienta me dijo que los dos productos eran especialidades tailandesas y amablemente me escribió en la bolsa la transcripción de los nombres que hasta ahora no me han llevado muy lejos en la búsqueda de más información (las empanadillas, knlay papp karipap* y los dulces, khanom pia). Aquí quedan puestos, ¿quizás alguien tiene más información?

Khanom Pia

***
*¡Esto es efectividad! No hay nada como tener reporteros dicharacheros repartidos por todo el mundo. Gracias a la inmediata respuesta de una amable lectora, os puedo poner ahora un enlace donde se explica cómo hacer las empanadas de pollo y, sobre todo, la masa en espiral, está en el blog Do What I Like. Desde el enlace he conseguido además el nombre de las empanadillas "karipap" con el que se pueden encontrar otras muchas referencias, podéis echarle un vistazo aquí. Muchas gracias a S.

jueves, 9 de abril de 2009

Por mí, ya puede venir el Sr. Osterhase

Ya está todo preparado, el Sr. Osterhase puede venir cuando quiera, aunque supongo que volverá a esperar hasta el domingo de Pascua como todos los años por estas fechas. Y este año, antes de dedicarse a dejar huevos de chocolate escondidos por doquier, se va a llevar una sorpresa porque servidora se ha preparado a conciencia.

Creo que no falta nada... he preparado un ramo de Pascua y lo he adornado,

Osterstrauss

... he pintado por primera vez huevos de Pascua (todavía hay que practicar hasta que queden tan bonitos como estos),

Ostereier

... y he hecho un rosco de Pascua, que me ha traído por la calle de la amargura, pero que al final ha salido resultón. La receta salió de aquí.

Osterkranz

Ingredientes

500 g de harina
20 g de levadura fresca de panadero
250 ml de leche
1 huevo
60 g de mantequilla
60 g de azúcar
ralladura de un limón
una pizca de sal
5 huevos cocidos pintados
azúcar glasé para decorar

Elaboración

Diluir la levadura en la leche templada y mezclar con la harina y el azúcar. Amasar bien y dejar reposar al menos una hora hasta que la masa doble su tamaño. Añadir entonces el resto de ingredientes (aquí es cuando mi masa se desmoronó y pensé que me la había cargado, pero a base de amasar y añadir un poco más de harina volvió a unirse). Dejar reposar de nuevo.
Finalmente amasamos bien y dividimos en dos partes que estiramos a lo largo. Las unimos en espiral y cerramos formando una corona. Lo mejor es hacerlo directamente ya sobre la placa del horno.

Para preparar los huecos para los huevos, tomamos el centro de cartón de un rollo de papel de cocina, lo cortamos en cinco trozos iguales que envolvemos en papel de aluminio. Colocamos los cilindros en el lugar donde vamos a poner los huevos presionando bien. Introducimos en el horno precalentado a 170ºC y horneamos unos 35-40 minutos.

Sacamos, quitamos los cilindros de aluminio y dejamos enfriar. Espolvoreamos con azúcar glasé y colocamos huevos cocidos de Pascua decorados.

Osterkranz

Saltándome las tradiciones añadí un puñado de pasas y frutas confitadas a la masa. Además, hice una trenza dividiendo la masa en tres partes, pero creo que en dos quedará mejor ya que la masa se rasgó demasiado al trenzarla (aunque no se vea en la foto, es cuestión de espolvorear el azúcar estratégicamente y hacer la foto del lado bonito, el Schokoladenseite que se dice en alemán :-)

¡Os deseo una feliz Pascua!

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jueves, 2 de abril de 2009

Comer con los cuatro sentidos

Hace tiempo que quería hablar de un restaurante en Berlín que visité con mi madre y con mi buen amigo A. hace ya un tiempo. Se trata del Unsicht-Bar, cuyo nombre juega ya con lo que nos vamos a encontrar en el local. Bar Unsicht podría ser la traducción directa, sin embargo, "unsichtbar", escrito junto, significa "invisible". Y ¿qué hay de invisible, o mejor dicho de "no visible", en este restaurante? No podía ser otra cosa: la comida. El Unsicht-Bar es un restaurante totalmente a oscuras donde no es posible ver los platos en ningún momento, solo olerlos, oírlos, palparlos y, claro está, saborearlos.


Otra de las cosas que lo hacen especial es que el personal encargado de servir las mesas es invidente. Al entrar en la sala de comidas, son ellos quienes te guían y ayudan a manejarte en una sala completamente a oscuras, por lo que desde ese momento deberás confiar plenamente en ellos. No se permiten móviles o relojes con luz ni tampoco fumar, cualquier foco de luz que pueda alterar la absoluta oscuridad. Confieso que al principio se tiene una sensación un poco extraña, las pupilas intentan adaptarse a la oscuridad sin conseguirlo, pero transcurridos los primero minutos, uno empieza a relajarse.

Después de que nuestra camarera nos recoge a la entrada y nos guía a través de la oscuridad hasta la mesa, empieza la carrera de obstáculos. En la mesa nos explicó que cuando trajera algo nos iba a decir donde lo ponía. Para ello solo había que imaginarse la mesa como un reloj y cada vez que traía algo iba a decir a qué hora lo ponía, la bebida por ejemplo a la una, el pan a las diez, etc. Cuando nos trajo la bebida, nos explicó que debíamos introducir el dedo en el vaso para saber cuando el líquido ha alcanzado el borde, cosas de cajón que no lo son tanto cuando uno nunca se las ha cuestionado.

El menú se pide en el lounge a la entrada del comedor, sin embargo, está descrito de tal forma que no es posible saber con exactitud qué vamos a comer, solo si es un menú de carne, de pescado o vegetariano. Las descripciones son muy divertidas, como Crema de una verdura plantada mucho antes de que la patata se extendiera por el mundo aderezada con hierbas salvajes hace mucho tiempo olvidadas o Si hubiera luz podría describirse como un blanco italiano suave sobre un verde español fresco con aromáticas solanáceas nocturnas rojas.

A partir de aquí lo único que hay que hacer es relajarse y disfrutar con los cuatro sentidos de la comida y de la estancia en el restaurante en presencia de otros comensales, que los había, aunque nunca sabremos cuántos. Durante la cena surgieron muchas situaciones que uno no se cuestiona nunca, como por ejemplo ¿me he acabado el plato ya? Y situaciones divertidas como cuando mi madre quiso probar lo que estaba tomando mi amigo A. y le dejó sin postre al llevarse, sin verlo (y pensemos que sin intención), todo el contenido de un cucharazo.

Normalmente soy un desastre con la comida, pocas hay en las que no acabe pringada por alguna parte, en esta ocasión, y probablemente porque uno se concentra en lo que hace, superé la cena sin ninguna mancha en la ropa. La verdad es que no recuerdo ni lo que comí, estaba bueno, pero con tanta emoción, la cosa pasó a un segundo plano. Si tenéis oportunidad de probar algo así en vuestra ciudad, os lo recomiendo, siempre es una experiencia interesante el ponerse en la piel de otros.