Qué puedo decir que no haya sido contado, fotografiado o filmado ya. Cada esquina, cada calle, cada casa nos traen a la mente la imagen de alguna novela, alguna fotografía o alguna película. Y es que Nueva York, sinceramente, se lo merece. Cuando solo habían pasado dos días ya sabía que tenía que volver. También me habían advertido, "la primera vez no te va a dar tiempo a ver todo", pero nunca imaginé que volvería a casa con tal popurrí de imágenes en la cabeza que necesitan urgentemente ser clasificadas. Hasta el momento no he sabido cómo hacerlo, así que os dejo todas esas impresiones desordenadas.
Naturalmente llevaba una lista de cosas que quería ver, bueno... comer, así que nos pusimos a patear la ciudad devorando todo lo que se nos ponía en el camino.
Como un clásico de las calles de Nueva York: el perrito caliente. El destino era Gray's Papaya (ver mapa), donde por el modesto precio "especial por recesión" de 4,50 dólares puedes devorar dos perritos calientes con salchichas "franks" (de ternera), con chucrut y salsa de tomate, bebida incluida, zumo de papaya por ejemplo, ¿qué más se puede pedir?
En Chinatown el rumbo eran primero los grandes almacenes chinos Pearl River Mart (ver mapa). Puede que dos calles más abajo se encuentren los mismos productos por menos precio, no lo sé, pero si buscáis algo original y bien presentado, este es el sitio. Además tiene una sección de cacharros de cocina muy tentadora.
El lugar para el aperitivo ya estaba fijado también desde antes del viaje, Teariffic (ver mapa), un garito con unas raciones "exóticas" muy, muy ricas. Juzguen ustedes mismos.
Gyoza y brochetas de pollo y de pollo.
Bolas fritas de arroz glutinoso rellenas de sésamo negro.
Para beber, té de burbujas (bubble tea) que nada tienen que ver con las burbujas gaseosas sino que son bolitas de textura gelatinosa que se beben a través de una pajita de enorme diámetro. A quien le gusten las cosas "con tropezones" estará encantado.
Para los fans de los helados, a la vuelta de la esquina está la Chinatown Ice Cream Factory (ver mapa), con helados de sabores exóticos, como sésamo negro, pasta anko de alubia roja o nuestro amigo el durián, entre otros.
Llevaba tiempo recogiendo ideas para la ruta gastronómica que quería hacer, una de ellas era probar un sándwich de pastrami, y no cualquier sándwich de pastrami, sino el que hacen en el Carnegie Deli (ver mapa). En una palabra: monstruoso. O si no, cómo se puede calificar un sándwich que es capaz de saciar a dos adultos (de buen comer, creedme ;-) durante dos días. Solo puedo confirmar lo que ya había leído aquí.
Y si fuera poco, lo acompañamos con su también famosa, e igualmente monstruosa, tarta de queso. En este caso, la porción individual la tuvimos que repartir entre tres días.
Más sándwiches en Luke's Lobster (ver mapa), de bogavante, digamos que el perrito caliente de los que nos hospedábamos en el Upper East Side ;-)
Las únicas compras que hice fueron en Zabar's (ver mapa) un establecimiento con una extensa oferta de productos delicatesen, bar de snacks y una planta superior dedicada a aparatos y utensilios de cocina para perderse, literalmente, nada de presentaciones de diseño aquí, sino más bien diseño tipo ferretería de las de toda la vida, ¿sabéis a lo que me refiero?
Entre otras impresiones que nos trajimos fueron la cordialidad de la gente, parece que para los neoyorquinos cualquier excusa es buena para entablar una conversación, y el calor, mucho calor. Probablemente el único fallo del viaje fue el de ir en verano... menos mal que nos quedaban Los Hamptons (si no lo digo, me muero). Fueron dos semanas de calor criminal que hubo que combatir a golpe de café helado y abanico (y no cualquier abanico).
Seguro que me he dejado algo. Así y todo, si os han quedado ganas de más, aquí tenéis otras impresiones del viaje. Y más recomendaciones de lectores en este post.