Mis "güelos" y una servidora
Uno de esos recuerdos que se le impregnan a uno en la niñez y que, aunque lejanos, no vuelven a olvidarse nunca, es para mí el sabor de los boronos frescos que alguien le había bajado a mi abuela del pueblo. Si no los conocéis, los boronos son una masa de harina, originariamente de maíz, y sangre de cerdo condimentada con cebolla, especias y un centro de grasa cruda. Se encuentran en algunos pueblos de los Picos de Europa, entre Cantabria, Asturias y el Norte de Castilla-León.
Hace tiempo me vino al recuerdo ese sabor y, en la primera oportunidad que he tenido, le pregunté a mi abuela por ellos. A ella le encantan y me envió a buscarlos a uno de los pocos comercios en Santander que los trae. Fue hablarle de ellos y empezar a venirle los recuerdos de su niñez, detalles de imágenes marcadas en su memoria como el de su madre sacando el pan de borona de la lumbre y limpiándole las cenizas con el borde del delantal. Son imágenes tan nítidas que parece que las estuviera viviendo en el momento que las cuenta. Es curioso como esas imágenes de momentos tan cotidianos quedan grabadas en nuestra memoria. Las asociaciones que un sabor de antaño puede desencadenar, como la de las rodajas de borono fritas con un tazón de café para empezar el día. Porque esa es la mejor forma de comer boronos, acompañando un tazón de café o de leche en el desayuno.
Si yo tengo que pensar en una imagen entrañable de mi niñez es la del café de puchero que preparaba y sigue preparando mi madre, siempre en el mismo puchero rojo, ese puchero con el esmalte ya descascarillado, y la del aroma de la achicoria que le da el olor a café de mi casa. Porque a mi madre le gusta hacer el café con achicoria, el color y el sabor que le da al café es, desde luego, especial. Antes de echar el café recién molido, se le dan un par de hervores al agua con la achicoria, después se echa el café y se remueve suavemente con una cuchara sin dejar que vuelva a hervir. Finalmente, se cuela con colador de tela.
Ahora tengo un paquete de achicoria en casa, todavía sin abrir, al que me gusta acercarme para oler y revivir el aroma del café de casa.