Si había algo que tenía claro yo, era que nunca me iría a vivir a un pueblo. Ay..., la de palabras que hay que tragarse en esta vida. Héteme aquí hoy viviendo en el campo, en una aldehuela de 125 habitantes. 125 habitantes y yo. En plena pampa sajona a medio camino entre Polonia y la República Checa.
¿Que qué hago yo aquí? Esa pregunta me hago todas las mañanas cuando me siento al escritorio de mi nuevo despacho y las gallinas de los vecinos se asoman a la valla para ver qué hace hoy la nueva.
En resumidas cuentas, eso es lo que ha estado pasando mientras en este blog no pasaba nada. Que me he mudado. A un pueblo. Lejos de la gran metrópolis, lejos de Berlín. Tras 18 años exactos en la capi de esta república, ¡una mayoría de edad!, supongo que ya era hora de salir a conocer la otra Alemania, la de verdad, la que dicen que Berlín no es. Vamos, que echaba de menos el choque cultural.
Así que a partir de ahora puede que este blog tenga un aire más campestre, desde esta casa de la pradera. Habrá huerta, habrá conservas, puede que hasta mermeladas, alguna que otra anécdota rural y espero que también haya crímenes culinarios que resolver...
Hasta entonces toca terminar de aprovisionarse para el invierno. Por ejemplo, llenando la bodega de manzanas o envasando el verano en botes. Estos no son míos, este año no he llegado a tiempo, pero para que os vayáis haciendo una idea. (¡Uf, lo que me queda por aprender!)