Querida familia y amigos:
Llegué hace una semana a Vancouver y se me hace que llevo un mes. No es que el tiempo se me esté haciendo largo, no, que va, es que me siento como en casa. Creo que en esto de llegar de nueva a una ciudad y empezar a orientarse se puede llegar a coger práctica. El caso es que creo que cada vez me instalo más rápido. Aunque sospecho que en Vancouver hay otra razón por la que al llegar me he sentido como en casa, y es que cuando hoy digo "en casa" me estoy refiriendo a Santander, mi ciudad natal. Vaya comparación, diréis, pero mirad, guardando las distancias, las dos ciudades tienen muchas cosas en común: las dos son ciudades costeras a orillas de un mar con carácter, las dos tienen una bahía espectacular, un clima muy, pero que muy similar, y unas grandiosas montañas de fondo.
Como ya os conté en la última postal desde Montreal, el primer día en Vancouver tenía además una cita especial. Afortunadas casualidades del destino hicieron que mi llegada a Vancouver coincidiera con la de Ajonjoli y D., del blog La flor del calabacín. ¡Quién iba a decirnos cuando empezamos con los blogs, allá por la misma época, que un día íbamos a conocernos al otro lado del planeta! Fue muy divertido encontrarnos en el mercado de Granville Island para comer (cómo no) y patearnos juntos después la ciudad durante todo el fin de semana.
Después, el lunes, me volví a quedar medio huérfana (estos intensos encuentros durante este viaje van a acabar con mi salud emocional, a eso parece que no acabo de acostumbrarme ;-), pero tocaba ir probando algunas cosas de la lista que traía preparada, así que ¡al trabajo! A ver si antes de seguir el viaje me da tiempo a poner alguna otra cosa rica más. Vancouver está lleno de ellas. Un abrazo desde la Costa Oeste.
Fish & Chips en Go Fish cerca de la entrada de Granville Island, justo al lado, según reza la placa, de donde partió la primera acción de Greenpeace.
Mi paso por Canadá duró menos de un mes, estuve por Quebec y la gente allí fue maravillosa. Siempre una sonrisa, siempre acojedores... volvería con los ojos cerrados.
ResponderEliminarOjalá algún día pueda conocer Vancouver.
Mucha luz.
Me encantaría ir por lo que cuentas ha de estar muy muy bien...
ResponderEliminarbesos
Tengo que acostumbrarme a entrar en tu blog con el botoncito de la envidia apagado que si no me dan unos ataques... yo conozco eso de llegar a una ciudad y sentirme como en casa, sentir como que allí podría vivir. De momento, sólo me ha pasado con Berlin y Nueva York... ains
ResponderEliminarQué envidia, madre... a ver si ahorro y me voy pá Vancouver ;)
ResponderEliminarQué bien que pudieras verte con Ajonjolí por allá, desde luego vaya vueltas que da la vida! :)
ResponderEliminarMe alegro de que a pesar de todo y estar tan lejos, Vancouver te haya recibido con los brazos abiertos y ya te sientas como en casa. Las imágenes que nos regalas de esa ciudad son preciosas y realmente transmiten una cierta sensación acogedora reconfortante...
Un abrazo
Que fotos mas bonitas y me alegto que te hayas encontrado con una bloguera yo estoy pendiente de ver a chus aqui en Madrid haber si la llamo y quedamos un beso amiga
ResponderEliminarque casualidad! conocerse en ese entorno! maravilloso!
ResponderEliminarbesitos
Tu viaje es maravilloso, y me imagino todo lo que te queda aún por conocer. EL encuentro con Ajonjolí debe haber sido espectacular!
ResponderEliminarCariños
Otro lugar para visitar, eso sí,yo me voy a apagar el botón de la envidia también al entrar,besos
ResponderEliminarHola chicas, gracias por la visita y por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEl encuentro con Ajonjolí fue estupendo y lo mejor, nos volvimos a ver nuestra última noche en común en Vancouver
Y como alguien más me vuelva a decir lo de la envidia, ¡lo mato! Vais a conseguir que me entren remordimientos... jeje, bueno, es un decir :-P
Marona, ay, es que Nueva York...